Un concepto que como analistas recurrentemente mencionamos al explicar el atractivo o no de una inversión, es el costo de capital. En sí es un concepto que no es complicado, pero que no necesariamente es dominado por toda la gente. En estas líneas trataremos de explicar de forma simple, directa y sin complicaciones el concepto y su importancia porque, después de todo, en un tema necesario para la toma de decisiones en materia de inversión.
Hay que aclarar que el costo de capital al que nos referimos es el WACC, —Costo Promedio Ponderado de Capital -por sus siglas en inglés— ya que en la teoría financiera moderna ésta es la tasa relevante para una empresa, que es la entidad que usualmente modelamos al momento de hacer análisis financiero. Este concepto aplica por igual a proyectos de inversión, a carteras de instrumentos líquidos, inversiones en bienes raíces, etc. El concepto básico que tenemos que entender es que la “ponderación” se refiere a la mezcla de fondeo que asumimos en nuestro análisis.
Si estamos asumiendo que la inversión la haremos directamente con recursos propios, la tasa será idéntica a nuestro costo de oportunidad, por ejemplo, la tasa que obtendríamos en una opción disponible por default; tal como la cuenta, instrumento o inversión actual en donde tenemos el dinero. Si consideramos que la inversión que haremos tiene como fondeo tanto recursos de nuestro ahorro, como un crédito que pediremos para poder alcanzar el monto total que necesitamos, ya tenemos entonces dos tasas que considerar. Suponiendo que la mitad del recurso viene de nuestro disponible, y la otra del crédito, la tasa equivalente sería simplemente el promedio de las dos.
Ahora, aterrizando este concepto a las empresas, existen dos fuentes primarias de fondeo: una es el propio capital que pone el accionista (s) fundador (es), y la otra es la tasa correspondiente al endeudamiento en sus distintas variaciones, desde el crédito tradicional, hasta estructurados, instrumentos convertibles, y otros.
La tasa que usualmente utilizamos en la deuda es sencilla de calcular, pues es simplemente el costo total que reporta la empresa comparado con el total adeudado, o en su defecto es el cálculo de cada tasa en los instrumentos utilizados ponderada por el monto correspondiente de cada porción de deuda.
Para la tasa que asumimos en cuanto al capital las cosas son un poco más complejas —más allá del alcance de este comentario—, pero basta decir que en este caso tenemos que incorporar el perfil de riesgo de la empresa/proyecto/inversión, así como el costo financiero de opciones similares que existan en el mercado, e incluso un ajuste por las condiciones específicas de la economía en la que opera la empresa. En términos simples, esta tasa es el equivalente al costo de oportunidad que mencionamos antes, sólo que ajustado para condiciones de riesgo de mercado, de capital, e incluso de condiciones políticas.
Una vez conocidas estas dos tasas, la de capital y la de deuda, se ponderan con respecto a la proporción de fondos de cada fuente que son utilizados en la empresa y como resultado tenemos una tasa promedio ponderada del costo de capital, o WACC.
Ahora, entendiendo cómo ha sido construida, debe quedar más claro que el uso que le demos a estos fondos debería ofrecer un rendimiento igual o superior al nivel de tasas calculado, WACC, para primero cubrir el costo de los mismos, y segundo, obtener una ganancia adicional. Mientras mayor sea el diferencial entre los rendimientos generados (ROIC, o retorno sobre el capital invertido) y el WACC, más atractiva será la inversión considerada. El costo de capital, por ende, es el parámetro de referencia que debemos usar para medir si una opción de inversión es, o no, atractiva.